Tenemos el agrado de compartir la Entrevista al Dr. Ángel Luis Pujante realizada por Antonio Arco, publicada en el Suplemento Ababol del diario español La Verdad*.

A Shakespeare convendría leerlo o releerlo en tiempos de pandemia

Ángel-Luis Pujante Catedrático emérito de Filología Inglesa y traductor: «Para Joseph Conrad, sus obras eran un tónico, y él animaba a leerlas porque decía que levantan el ánimo», recuerda el coautor, junto al profesor Keith Gregor, de ‘Otelo en España: la versión neoclásica y las obras relacionadas’

ANTONIO ARCO

El catedrático emérito de Filología Inglesa de la Universidad de Murcia (UMU), Ángel-Luis Pujante, nacido en 1944 y el más interesante y recomendable traductor del autor de ‘Romeo y Julieta’ en español, hay algo que le hace sentirse relativamente «cómodo» en su relación con Shakespeare: «Además de ser un gran observador de la vida y de la naturaleza humana, era escéptico, y ese escepticismo ayuda mucho a vivir si se sabe administrar, claro. En ese sentido, sintonizo con esa visión suya distante, escéptica, de las cosas, de las personas, de la vida en general». Premio Nacional a la Mejor Traducción en 1997 por su versión de ‘La tempestad’, al parecer última aportación del genio inglés a la historia de la literatura universal, Pujante aúna en sus traducciones el rigor científico y la intuición artística, y logra recubrir sus trabajos sobre Shakespeare de gozo: nos acerca a la verdad de la escritura/pensamiento del autor. Su labor es encomiable. De ‘Coriolano’ a ‘Romeo y Julieta’, de ‘Julio César’ a ‘Hamlet’, de ‘Otelo’ a ‘Macbeth’, de ‘El rey Lear’ a ‘La tempestad’, el profesor y traductor ayuda a que el universo de amor y odio, ansias de poder, celos, traiciones, sangre y ternura que Shakespeare crea con resultados milagrosos pueda ser leído, en español, sin que en el espinoso camino que va del original a la traducción se pierdan fuerza y frescura.

«Shakespeare es uno de los pocos casos, en la historia de la literatura, en que confluyen en una persona una serie de rasgos que muchas veces se dan por separado. En él confluyen la profundidad de la meditación, de la reflexión, con una capacidad dramática y poética también muy grande, y eso es muy difícil. Uno puede ser un dramaturgo espléndido, pero a lo mejor ser menos reflexivo o no ser tan creativo poéticamente hablando; Shakespeare lo es todo, y en ese sentido es único».

Pujante –sus traducciones se encuentran en la colección Austral, Teatro Selecto y Teatro Completo en Espasa Clásicos–, ha publicado recientemente, junto al profesor de la UMU Keith Gregor, el libro ‘Otelo en España: la versión neoclásica y las obras relacionadas’ (Edit.um y Edicio- nes Complutense). En estos tiempos, recuerda lo que decía el autor de ‘El corazón de las tinieblas’: que la lectura de las obras de Shakespeare levanta el ánimo. Bienvenidas sean, hoy y siempre.

–¿Cómo nos podría ayudar la lectura de las obras de Shakespeare en estos tiempos de pandemia?

–Para el gran novelista Joseph Conrad las obras de Shakespeare eran un tónico, y él animaba a leerlas porque decía que levantan el ánimo. Si es así, a Shakespeare convendría leerlo o releerlo en tiempos de pandemia. A propósito, él también tuvo que tener ánimo ante las continuas epidemias de peste en su época que llevaban a las autoridades a cerrar los teatros, a veces durante bastante tiempo; desde luego, en sus obras tuvo el buen gusto de no prodigarse con referencias a la peste, y ninguno de sus personajes están infectados o mueren de ella. Pero, volviendo a Conrad, puede parecer extraño que tragedias como ‘El rey Lear’ puedan levantar el ánimo cuando desarrollan de manera tan extrema la crueldad de que es capaz el ser humano y acaban con el escenario sembrado de cadáveres, pero precisamente por eso también hay en ellas, por débil que pueda parecer, un mensaje de esperanza en la capacidad humana para su- perar la tragedia. Por otra parte, Shakespeare no solo escribió tragedias.

Además de las comedias, en las que, por definición, hay un final feliz, habría que tener muy en cuenta sus últimas obras, las tragicomedias romancescas, en las que al final el mal se perdona y se supera, especialmente mediante el amor y el matrimonio, aunque sea en la segunda generación. Recordemos a este respecto ‘El cuento de invierno’ y su maravillosa escena final con la reina ‘rediviva’ abrazando al marido que tanto daño le hizo tiempo atrás; o ‘Cimbelino’, cuando al final el malvado Yáquimo le pide a Póstumo que le quite la vida por el mal cau- sado y éste le responde: «Mi poder sobre ti es para salvarte; / mi odio contra ti es mi perdón».

¿Y qué tienen sus ‘Sonetos’ para que un criminal de guerra como Radovan Karadzic quisiera leerlos en la cár-cel mientras esperaba su juicio en el tribunal internacional de La Haya? Pero este caso tenía precedentes: un alemán los tradujo en un campo de prisioneros de guerra; en Albania tres traductores recurrieron a los sonetos de Shakespeare en tiempos muy duros: uno, estando en la cárcel, otro en un campo de trabajo y otro, expulsado de su puesto universitario por el régimen comunista; también los tradujo en Hungría un preso político; sobre ellos trabajó un poeta letón estando prisionero en un campo de concentración siberiano; un actor finlandés organizó recitales de los sonetos en hospitales, asilos y cárceles, etc., etc. Parece que a todos ellos les servían de ayuda y consuelo en momentos tan dolorosos, ¿no?

Individuos

–¿Qué enseñanzas fundamentales para el hombre hoy podemos encontrar en sus obras?

–Aparte de lo que se desprende de mi respuesta anterior, ésta sería una pregunta ideal para Harold Bloom, que situó a Shakespeare en la cima del canon literario occidental y le dedicó, entre otras cosas, el libro ‘Shakespeare. La invención de lo humano’. Bueno, Bloom era muy dado a frases rimbombantes, pero lo que quiere decir, discutible o no, es que antes de Shakespeare los personajes literarios no cambian, o al menos no cambian como sí lo hacen los personajes shakespearianos, que se desarrollan. Shakespeare, pues, crea individuos, y no solo tipos inmutables, en una enorme variedad de situaciones vitales que les fuerzan a actuar y a cambiar. Hay que añadir que Shakespeare, como gran psicólogo que era, presenta al ser humano sin hacerse demasiadas ilusiones. Lo muestra con sus grandezas y miserias, y lo hace con realismo, sin sermonear y sin moralina. Me parece que esta es una buena enseñanza. Ahí está el retrato de Enrique IV al final de ‘Ricardo II’: un rey usurpador que invita sinuosamente a otros a que le ‘libren’ del rey destronado, a quien tiene encarcelado. Cuando le llevan su cadáver, el nuevo rey se desentiende y reprueba el crimen. Bueno, esto ya estaba en las crónicas en las que se basó Shakespeare, pero él añade algo decisivo: el usurpador aprovecha la ocasión para congraciarse políticamente con el pueblo honrando públicamente el cadáver y mostrando o aparentando dolor, pero expresándolo de tal modo que se ve claramente el beneficio político que le reporta esa muerte. Por tanto, este final de Shakespeare permite una lectura escéptica que hace al nuevo rey culpable de oportunismo, maquiavelismo y falsedad. En sus obras hay personajes admirables, como Rosalina en ‘Como gustéis’, que nos enseñan a ser optimistas y a responder a la ad- versidad con buen humor. Pero, se dirá, ¿qué nos puede enseñar Macbeth, que se ha convertido en un asesino compulsivo? Aparentemente nada, el personaje nos repugna, pero Shakespeare penetra en su mente de tal modo que nos permite compartir con él su vida interior y vivir con él la experiencia del mal. De este modo, acaba moviendo los resortes del mal que hay o puede haber en cualquiera de nosotros. Enseñanzas como ésta no son nada despreciables.

–¿Qué papel juega, en su opinión, la lectura de los grandes clásicos en una formación cultural que nos ayuden a vivir más sabiamente?

–En su ‘Por qué leer a los clásicos’, Italo Calvino expuso ampliamente las diversas razones para su lectura. Ya desde el principio habla del beneficio espiritual de leerlos por primera vez en la edad madura, tan distinto de la experiencia de leerlos en la juventud, y concluye que se debería dedicar un tiempo en la vida adulta a volver a las lecturas más importantes de nuestra juventud. En efecto, un clásico es el que no solo se lee, sino que se relee más de una vez, porque en cada relectura siempre nos revela algo en lo que no habíamos reparado antes y que puede ayudarnos a ser más juiciosos y, en definitiva, a hacernos mejores.

–¿Qué certezas se le han consolidado durante este tiempo de pandemia?

–La necesidad de ser estoicos, de saber soportar la adversidad.

–En sus semejantes, ¿qué nivel de fe mantiene usted activa?

–Depende de qué ‘semejantes’. Tengo muy poca fe o ninguna en quienes no saben vivir sin juergas en medio de una pandemia como la actual o en quienes niegan irresponsablemente su gravedad.

–¿Qué le hace tener esperanza?

–Especialmente la ciencia. Sin ella no se habría extendido la esperanza de vida, ni ahora podríamos tener esperanza en una solución a la actual pandemia. Y espero que, pese a todo, se deje de creer que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Reivindicarse

–¿Del personaje de Otelo qué le interesa especialmente ?

–Que, tal como lo presenta Shakespeare, puede ser más complejo que un simple ‘asesino honorable’. Es un militar curtido en la guerra, en la esclavitud y en la desgracia que descubre el sentimiento de amar y de sentirse amado. Es la primera gran satisfacción de su vida, así que, cuando cree que este sentimiento ha sido traicionado, se siente motivado para reaccionar como lo hace. Shakespeare nos hace ver que está atormentado por tener que hacerlo y que él sigue amando a Desdémona cuando la mata. Pero, claro, la asesina, pierde su dignidad, sabe que no tiene quien le honre, y es difícil que merezca nuestra comprensión. Así que, antes de suicidarse aprovecha la dudosa oportunidad de reivindicarse, aunque Shakespeare deja claro que el cuadro final no puede ser más perturbador y que la autoridad veneciana tiene que mandar taparlo. Por eso, hablando de la versión neoclásica de Otelo que se veía en los teatros de Francia, España y otros países europeos, Alberto Lista decía que no entendía por qué en ella Otelo mata a Desdémona, ya que, a diferencia del Otelo de Shakespeare, en las escenas anteriores no se justifican las reacciones del protagonista.

LO QUE DICE ACERTADO SHAKESPEARE

«Como gran psicólogo que era, presenta al ser humano sin hacerse demasiadas ilusiones. Y lo
hace con realismo, sin sermonear
y sin moralina»

LOS SEMEJANTES

«Tengo muy poca
fe o ninguna en quienes no saben vivir sin juergas
en medio de una pandemia como
la actual o en quienes niegan irresponsablemente su gravedad»

 

Ver la Entrevista de Antonio Arco al Dr. Pujante en el sitio del Diario español La Verdad en el siguiente enlace:

https://www.laverdad.es/ababol/literatura/shakespeare-convendria-leerlo-20210313003010-nt.html

 

*Entrevista publicada en *La Verdad *(España), suplemento *Ababol*, 13 marzo 2021.

Agradecemos la autorización de este diario para su reproducción.

 

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