Los Directores de la Fundación Shakespeare Argentina visitaron el Penal N 5 de Mercedes, Provincia de Buenos Aires, (fundado en 1876) donde se está desarrollando una maravillosa actividad: el Grupo de Teatro Renacer está preparando la obra Julio César interpretada por internos, quienes se suman a la campaña FSA Shakespeare 400 y a la celebración universal conmemorando los 400 años del legado de William Shakespeare.
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Mirá el video:
Entrevista al Director del Penal Adolfo Cersósimo
Entrevista a la Directora del Grupo Renacer Gabriela Lorusso
Lee los artículos en los diarios de la Ciudad de Mercedes
http://noticiasmercedinas.com/160414unidad5.htm
Compartimos estas reflexiones de la Directora Gabriela Lorusso
Apreciaciones personales escritas desde el corazón
Dice el gran Federico García Lorca:
El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso.
Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad de un pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera.
Desde mis primeras incursiones en el teatro y por consiguiente, en la filosofía teatral de García Lorca, tuve como móvil personal la utopía de que a través de mi arte, pudiera cambiar la realidad circundante de las personas a las que el destino les hubiera arañado con filosas pezuñas las alas de sus deseos.
Hace seis años atrás, cuando me ofrecieron la dirección del grupo Renacer, no dudé ni por un instante de hacerme cargo, aún cuando nunca antes había pisado una cárcel y a sabiendas de que no iría a recibir gratificación alguna por el trabajo realizado.
Pero eso no sucedió.
Porque si bien es verdad que nunca recibí dinero por el trabajo que realizo, ni por las horas que ensayamos, ni por las otras que paso pensando en mi grupo y en lo que sería más conveniente realizar con cada uno de ellos para que la puesta en escena sea brillante y ellos se sientan GRANDES, ni por las telas que compro cuando logramos resolver el vestuario, ni por los materiales que se necesitan y que siempre son tantos y diversos…
También es verdad que recibo otra gratificación a diario, en cada encuentro, en cada ensayo, en cada salida a la calle… y es de la que nunca me habían hablado.
Porque MIS internos me enseñaron a descubrir un nuevo teatro.
Un teatro que no se enseña en los entrenamientos ni en las clases de estudio.
Un teatro que no prioriza la espectacularidad de la puesta en escena, que no tiene su función de prensa para convertirse en la obra más vista, ni celebra la sumatoria de muchas funciones realizadas.
No.
En este teatro, me basta sólo una.
Una sola función (o dos) al año para descubrir, para maravillarme, para sorprenderme y para presenciar las ALAS que les brinda el teatro a estos presos que se vuelven libres por un rato en un teatro repleto y que los aplaude de pie.
Una sola función en la que dejan el alma y a la vez el alma se les vuelve al cuerpo. Porque actuando renacen, vuelven a vivir, vuelven a ser ellos en su integridad, vuelven a ser personas en libertad jugando un juego que ensayaron seriamente.
Porque en esa sola función me gratifican (y me justifican) tantas horas de esfuerzo y compromiso.
Porque mi grupo es responsable, porque confío plenamente en que brillarán con luz propia, porque no importan las esposas con las que llegan o con las que se van.
Importa que en el escenario, por mi arte, son libres, vuelan confiados, disfrutan, se emocionan, y emocionan a todos los que asisten a esa pequeña hora libre compartida y aplaudida.
El pasillo de aplausos que el público les forma desde la escalera de la sala hasta la puerta del camión que los lleva de regreso, no es una utopía. Es mi más maravillosa realidad. Es MI teatro.
Es, sin duda, mi mayor gratificación.
(Esa, de la que nunca nadie me había hablado).